JOHN STOTT - LA BIBLIA Y LA VIDA CRISTIANA

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La Excelencia de Jesucristo – John Piper

Tomado de: http://descubriendoelevangelio.es/

miércoles, 25 de noviembre de 2009

Las Cinco Leyes Espirituales Reformadas.

Por Paul Washer

Una persona nos envio hace tiempo este correo, gracias por enviarlo, no recuerdo quien fue. Espero que lo lean hasta el final, muchas gracias por visitar el blog.

El Evangelio que prevalece en América hoy en día raramente es realmente un Evangelio. Es una versión barata y diluida que es útil para fabricar roles de miembros, pero no bueno para edificar el Reino de Dios. Lo que declara sobre el hombre es tan cuidadoso que no ofende a nadie. Lo que declara de Dios es tan limitado que no molesta a nadie. Lo que demanda es tan poco que resulta en pequeñas convicciones, no causa un apartarse del pecado y no hace un llamado a la disciplina comprometida. Si el Cristianismo en América se ha de recuperar de esta enfermedad que la ha postrado en cama, entonces debe primero recuperar el evangelio que fue una vez predicado por Jesucristo y los apóstoles.

Debe recuperar el evangelio que siempre es gratis, pero nunca barato. Debe aprender un Evangelio que es más que una decisión humana, y que en cambio es el gran poder de Dios. Debe predicar un Evangelio que no sólo tiene el poder para a todos los que lo abrazan, sino que también tiene el poder de transformar a todos los éste haya abrazado.

EL EVANGELIO DE HOY

El evangelio de hoy puede ser fácilmente reducido a “Cinco Leyes Espirituales”.
Y son como sigue:

(1) Dios nos ama y tiene un plan maravilloso para nuestra vida.

(2) Hemos pecado y nuestro pecado nos separa de Dios.

(3) Cristo murió por nuestros pecados.

(4) Debemos hacer una oración de fe y pedir a Cristo que venda a nuestro corazón y nos salve.

(5) Si pedimos con fe, entonces podemos estar seguros que somos salvos. Si en algún momento dudamos de nuestra salvación, entonces simplemente debemos recordar el tiempo en el que hicimos aquella oración de fe y ver nuestra salvación como un hecho.

Antes de que sigamos adelante, debe decirse que este método de “compartir” el evangelio ha sido usado para dar a conocer a Cristo a millones de personas y ha resultado en la salvación de algunos. También debemos decir que los cristianos que realizan esta presentación del evangelio son mil veces más útiles para Dios, que el que conoce bien el evangelio, pero no tiene pasión por compartirlo. Sin embargo, esto también debe ser entendido: que no es por esa presentación del evangelio que las personas han sido salvadas, sino a pesar de esa presentación. Hay grandes defectos en la presentación del Evangelio y están deben ser corregidas si el Evangelio ha de recuperar su gloria y poder.

UN EVANGELIO CENTRADO EN EL HOMBRE

El evangelio de hoy comienza con el hombre, claramente poniéndolo en el mismo centro del universo como un ser invaluable por quien Dios vaciaría todo el cielos para obtenerlo. Esto simplemente no es verdad. Es Dios quien está en el mismo centro del universo, y sólo Él tiene valor infinito e intrínseco. Por el otro lado, el hombre es un desertor en el universo, un rebelde aborrecedor de Dios que ha declarado guerra a Su Soberano, un traidor que desea que el trono de Su Rey, una criatura que desea usurpar la gloria de Su Creador, un instrumento creado para adorar que busca ser adorado en lugar de Dios.

El Evangelio Verdadero no comienza con el valor del hombre o el maravilloso plan de Dios para el hombre. El Verdadero Evangelio comienza con una declaración del valor de Dios y Su gran interés por Su propia gloria. Alguien ha dicho correctamente que el Evangelio no comienza con las palabras “Porque de tal manera amó Dios al mundo”, sino con la declaración, “en el principioDios…”.

En lo que hemos escrito hasta ahora, no estamos intentando disminuir ni empequeñecer el amor de Dios. De hecho, decimos que el amor de Dios es tan infinito que va más allá de cualquier intento humano de definirlo y medirlo. Lo que estamos intentando hacer es poner lo primero, primero. Lo que decimos es que el hombre existe para Dios, y no Dios para el hombre. Y que el hombre no es el tesoro del universo, sino Dios. Y lo que Dios hace, no lo hace principalmente por el hombre, sino por Él mismo y por Su propia gloria y por el amor que Él tiene por Su propio nombre.

Hoy en día frecuentemente se argumenta que seria egocéntrico e incluso egoísta por parte de Dios hacer todo lo que Él hace principalmente para Él mismo y por Su propia gloria. Pero es absurdo pensar de esa manera. Como cristianos que creen la Biblia, ¿Cómo diríamos que es un hombre que le atribuye a algo más valor que a Dios o cuando un hombre relega a Dios a un segundo lugar en su vida? Le llamaríamos idolatría, ¿cierto? Pero, ¿Por qué? Porque hay una regla en Las Escrituras y en la misma gran estructura de la Creación que declara que Dios está por encima de todas las cosas y que todas las cosas existen para Él. Las Escrituras correctamente declaran:

Romanos 11:36

Porque de él, y por él, y para él, son todas las cosas. A él sea la gloria por los siglos. Amén.

Dios legítimamente hace todas las cosas para Él, por Su propia gloria y por el amor que el tiene de Su Propio Nombre. Si esto fuera de otra manera, Dios fuera culpable de idolatría y el universo sería un caos. A la luz de lo que ha sido dicho, deberíamos cambiar la primera “ley espiritual” del evangelio de hoy en día: “Dios nos ama y tiene un plan maravilloso para nuestra vida”, por: “Dios es el Creador y Señor del universo y está infinitamente interesado por Su propia Gloria.

UN EVANGELIO PARA EL ENFERMO

La segunda de las “leyes espirituales” del evangelio de hoy dice que “hemos pecado y nuestro pecado nos separa de Dios”. El problema con esta ley no es que sea incorrecta, sino que no va suficientemente lejos. Nosotros no solamente hemos pecado, sino que somos pecadores. No solamente hacemos cosas incorrectas, sino que somos incorrectos. El Evangelio no es buenas noticias para el enfermo o para el que se está muriendo. El Evangelio es buena noticia para el que está muerto.

Efesios 2:1 “…cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados.”

Frecuentemente se predica que el hombre es como un enfermo en su lecho de muerte que puede hacer poco para salvarse, Dios es el doctor y el Evangelio es la medicina. Dios permanece ante el hombre enfermo con una cuchara llena de medicina y espera para dársela, pero el hombre debe dar el primer paso. Debe responder al deseo de Dios de salvarlo y esto lo hace abriendo su boca para recibir la medicina. Esto es absurdo. Las Escrituras no dicen que el hombre es pecador-enfermo sino pecador-muerto. Un hombre muerto no puede responder a ningún mensaje no importa cuan cariñoso o sincero sea, y el hombre pecaminoso no puede ni dará el primer paso de modo que Dios haga el resto. La salvación no es la decisión del hombre de aceptar la ayuda de Dios, sino el poder de Dios por el cual el pecador es resucitado y recibe gracia para arrepentirse de sus pecados y creer para que de esa manera sea salvo.
En el evangelio que predicamos, debemos no solo decir que el hombre ha pecado, sino que es pecador, muerto espiritualmente, con la buena voluntad necesaria para obedecer a Dios estando corrompida y totalmente destituido de esperanza excepto de la misericordia de Dios. Debemos enseñar que a menos que Dios obre en favor del hombre, el hombre morirá en sus pecados y pasara la eternidad bajo la retribución divina. Debemos hablar de la gran necesidad que el hombre tiene de Dios y de la urgencia de clamar al Dios de misericordia para que Él haga por ellos lo que ellos no pueden hacer.

A la luz de lo que ha sido dicho, quisiéramos cambiar la segunda “ley espiritual” de “Hemos pecado y nuestro pecado nos separa de Dios.” por “Somos pecadores, corruptos en naturaleza y acciones, estamos espiritualmente muertos, bajo la justa condenación de Dios y totalmente dependientes de Su misericordia.

UN EVANGELIO INEXPLICADO


La tercera de las “leyes espirituales” del evangelio de hoy en día es “Cristo murió por nuestros pecados”. Como en el punto anterior, este definitivamente no es incorrecto, pero es frecuentemente demasiado olvidado e inexplicado.
Cuando predicamos el evangelio, también debemos enseñar. La muerte de Cristo va a significar muy poco a los pecadores a menos que se dé una adecuada explicación de por qué y cómo Cristo murió. El hombre perdido necesita más que unos pocos clichés cristianos, él necesita conocer algo sobre Dios. Hoy en día oímos mucho de educadores seculares y sociólogos hablar sobre la “caída de América”, pero parece que este mismo mal ha arribado a la Iglesia. Así es que piensa la iglesia de hoy:

“Estamos convencidos de que la teología y la doctrina no tienen lugar en la vida cristiana y que lo realmente enseña doctrina o se refiere a la teología en nuestra predicación a los perdidos solo entorpecerá el mensaje.”

Hemos intercambiado las grandes verdades del mensaje del Evangelio por pequeñas historias, divertidas ilustraciones y nuestro testimonio personal. Por favor, no me malinterprete, no estoy en contra de nada que ayude a comunicar el Evangelio a los hombres, pero cuando los medios se convierten en el mensaje y el mensaje no es comunicado, se comete un grave error. Lo que Dios ha hecho en mi vida no es lo importante. Lo que es de suma importancia es lo que Dios ha hecho en Cristo a través de Su vida y Su muerte. Debemos dar a entender a los perdidos que lo que es de “primera importancia” es que Cristo no sólo murió por nosotros, sino que vivió una vida perfecta para nosotros, que Él llevó nuestros pecados en la Cruz y fue hecho pecado en nuestro lugar, que Él sufrió la condenación de Dios por cada ley de Dios que hemos roto, que Él murió en nuestro lugar, separado de la comunión con Dios y aplastado bajo el peso de la ira de Dios, que Su muerte pagó la deuda de nuestro pecado antes Dios y proveyó la salvación de Su Pueblo, que Su perfecta vida proveyó para nosotros un regalo de justicia por la cual podemos estar ante Dios como “verdadera justicia de Dios en Cristo”.

2 Corintios 5:21 Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él.

Otro problema asociado con nuestra superficial enseñanza de la Cruz es que no hay suficiente énfasis en la resurrección. Debemos entender que un evangelio que no ofrece salvación debido a la resurrección en sí, no es para nada un evangelio. Si Cristo no resucitó, aun estamos muertos en nuestros delitos y pecados. Cualquier hombre puede morir en un madero, pero sólo Dios puede resucitarlo. Es la resurrección que hace que la historia de la Cruz sea Evangelio (Buenas Noticias) y es la resurrección la que preserva a la historia de la Cruz de ser una tragedia de solamente otro héroe con buenas intenciones que murió para nada. Es creer en la resurrección lo que separa a los fieles de los infieles.

Cuando predicamos el evangelio, debemos proclamar con gran gozo y convicción que Uno que obtuvo perdón a través de Su muerte se levanto de la tumba y vive para siempre. ¡Nosotros vivimos, porque Él vive; podemos morir en esperanza, porque Él murió por nosotros; resucitaremos, porque Él resucito!

¡Este es el Evangelio!

UN LLAMADO NO-BÍBLICO

La cuarta de las “leyes espirituales” del evangelio de hoy es que “al escuchar el evangelio los pecadores deben hacer una oración de fe y pedir a Jesús que venga a su corazón para que los salve. Si la persona pide con fe, entonces puede estar segura de que ha sido salvada.”

El problema con esta “ley espiritual” es que, precisamente, es no bíblica. No quiero ser irrespetuoso y seguramente no quiero mostrar mi limitado conocimiento de Las Escrituras, pero no puedo encontrar en Las Escrituras donde alguien guió a una persona en oración para aceptar a Jesús.

Romanos 10:9 que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo.

Muchas veces Romanos 10:9-10 es usado para defender este camino hacia la salvación, pero esto no es una referencia de guiar a alguien en la oración del pecador, sino una referencia de simplemente depositar la fe en Jesús. Otras veces, es usado Apocalipsis 3:20 para defender este modo de invitar a Cristo al corazón:

Apocalipsis 3:20 He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo.

Pero este pasaje no está ni cerca de referirse a Cristo estando a la puerta del corazón del pecador esperando ser invitado por él para que Cristo entre. Es una referencia de Cristo estando a la puerta de la Iglesia de la cual ha sido sacado a causa su orgullo, autosuficiencia e independencia. Después de compartir el Evangelio con un perdido, ¿debemos decirle que hacer?

Debemos simplemente hacer lo que hizo Jesús y lo que los profetas hicieron, y lo que hicieron los apóstoles que lo siguieron. Debemos amorosamente decirles, aun rogando, que se arrepientan y crean al Evangelio. Las Escrituras están llenas de estas invitaciones:
Marcos 1:15 diciendo: El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio.

Hechos 17:30 Pero Dios, habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan;

Hechos 17:31 por cuanto ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel varón a quien designó, dando fe a todos con haberle levantado de los muertos.

Hechos 20:21 testificando a judíos y a gentiles acerca del arrepentimiento para con Dios, y de la fe en nuestro Señor Jesucristo.

Hechos 26:20 sino que anuncié primeramente a los que están en Damasco, y Jerusalén, y por toda la tierra de Judea, y a los gentiles, que se arrepintiesen y se convirtiesen a Dios, haciendo obras dignas de arrepentimiento.

Como podemos ver claramente, hay dos temas en común a través de las invitaciones del Evangelio en Las Escrituras: arrepentimiento y fe. No estamos llamados a llamar a los hombres a que hagan una oración en la cual simplemente pidan que Jesús entre en sus corazones, estamos llamados a llamar a los hombres a que se arrepientan de sus pecados y crean en el Evangelio.

Hoy en día en la mayoría de las Iglesias Evangélicas de América, los hombres y mujeres perdidos, los niños y niñas son llamados a hacer una oración si quieren ir al cielo, cuando deberían ser llamados a que se arrepientan y confíen en Cristo como su Señor y Salvador. No es la oración la que salva, sino el sentimiento de arrepentimiento y la fe sincera. ¿Cuantos en el día de hoy no han sido guiados en la oración del pecador y se ha pronunciado salvación sobre ellos al momento de decir “amen”, y sin embargo que no se han arrepentido, ni creído, y sus vidas nunca han cambiado?

No sólo se les da una falsa seguridad, sino que la misma falsa seguridad los hace endurecerse a las verdaderas demandas del Evangelio. Ellos se apoyan en su oración como si esta fuera una formula mágica que les dará la entrada en el Reino de los cielos, y cierran sus oídos a la predicación del verdadero evangelio.

Las Escrituras declaran bastante claro que hay dos requerimientos para ser salvos que son el arrepentimiento y la fe, pero ¿que son estas cosas?

En Las Escrituras, el arrepentimiento involucra las emociones y la voluntad. El arrepentimiento involucra las emociones en la cual se sentimos pesar por nuestro pecado. Esto puede ser visto en las palabras de Pablo a la iglesia de los corintios:

2 Corintios 7:9 Ahora me gozo, no porque hayáis sido contristados, sino porque fuisteis contristados para arrepentimiento; porque habéis sido contristados según Dios, para que ninguna pérdida padecieseis por nuestra parte.

2 Corintios 7:10 Porque la tristeza que es según Dios produce arrepentimiento para salvación, de que no hay que arrepentirse; pero la tristeza del mundo produce muerte

El verdadero arrepentimiento que lleva a la salvación involucra las emociones en las cuales hay culpa en el corazón del pecador por hacer algo que rompió la Ley divina, ofendió a Dios y está en peligro de la ira eterna. Esta culpa es tan genuina y tan profunda que toca la voluntad del pecado y lo compele a cambiar de la incredulidad a la fe, de la apatía al interés, del odio hacia Dios al amor a
Dios, de la idolatría a la alabanza, de la rebelión a la sumisión voluntaria, de la desobediencia a la obediencia.

El arrepentimiento es una cosa poderosa que va más allá de la capacidad del hombre. De hecho, el arrepentimiento causa un cambio tal en el pecador que esto solo puede ser atribuido a la gracia de Dios obrando en la conversión. En Ezequiel 36:26-27, Dios describió el arrepentimiento de la siguiente manera:

Ezequiel 36:26 Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Ezequiel 36:27 Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra.

Después de leer este texto, ¿hay alguna duda de que el arrepentimiento que guía a la salvación involucra un cambio radical que es desde el comienzo y hasta el final una obra de Dios, y que sin dicho arrepentimiento no hay salvación?

El verdadero arrepentimiento es una obra de Dios y este va siempre acompañado de fe en las promesas de Dios. Sin embargo, en la salvación el hombre no solo se arrepiente, sino que también cree. La verdadera fe no es tan complicada como algunas veces hacemos que esta sea. La fe es simplemente creer que algo es así, porque Dios ha declarado que es así. Este es el significado de Hebreos 11:1,

Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve.

El hombre que ha creído para salvación es el que espera la salvación y la considera como un hecho, aunque no pueda verla. O, para usar el ejemplo de
Abraham en Romanos 4:21, la fe es estar completamente persuadido de que
Dios tiene el poder sobre la salvación que Él ha prometido a través de Su Hijo unigénito.

Romanos 4:21 plenamente convencido de que era también poderoso para hacer todo lo que había prometido;

Mi querido amigo cristiano, muchas han sido salvos mientras oraban la oración del pecador, pero no por causa de sus palabras o la petición, sino por causa de Dios dar el arrepentimiento y fe, las cuales fueron puestas en nuestros corazones como un resultado de la conversión. De la misma manera, muchos han sido guiados a una falsa seguridad de salvación porque dijeron las palabras correctas, pero la conversión así como el arrepentimiento y la fe que florecen por este, estaban ausentes. A la luz de lo que ha sido dicho, quisiéramos cambiar la cuarta ley espiritual de “invitar a los pecadores a realizar la oración del pecador” a “rogarles que se arrepientan de sus pecados y se vuelvan a Dios a través de la fe en Cristo”.

UNA FALSA SEGURIDAD

La quinta y ultima “ley espiritual” del evangelio de hoy toca el tema de lo que es comúnmente llamado seguridad eterna. La ley es algo así:
“Si alguien que ha repetido la oración del pecador alguna vez duda de su salvación, entonces debe simplemente volver al tiempo en que hizo la oración y afirmar que su salvación es un hecho.”

Algunas veces al nuevo converso se le dice que debe escribir el día de su conversión en la tapa de su Biblia de modo que si alguna duda lo asaltase, el pueda asegurarse, al abrir su Biblia y mirar la fecha de su conversión, que ésta se realizó. Esto es absurdo y no-bíblico. De hecho, es una peligrosa herejía que ha llevado a muchos al camino de destrucción. La seguridad de salvación no viene de recordar el día en que hicimos una oración, sino de una adecuada evaluación de la vida de nuestra vida a la luz de Las Escrituras para ver si hay existencia de evidencia bíblica de salvación.
Cuando Pablo trató con la posibilidad de inconversos entre los Corintios, él no les dijo que recordaran el día en que hicieron “su oración” y tomaran la fecha de su conversión en las tapas de sus bíblicas; sino que les dijo que miraran sus vidas en el tiempo presente:

2 Corintios 13:5 Examinaos a vosotros mismos si estáis en la fe; probaos a vosotros mismos. ¿O no os conocéis a vosotros mismos, que Jesucristo está en vosotros, a menos que estéis reprobados?

Para encontrar seguridad, no estamos llamados a ver una fecha en el pasado, sino ver nuestras vidas en el presente. Debemos cuestionarnos a nosotros mismos y a nuestra profesión de fe. En las palabras de Juan el Bautista, ¿estamos dando frutos dignos de arrepentimiento?

Mateo 3:8 Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento,
En las palabras de Pablo, ¿estamos probando nuestro arrepentimiento por nuestras obras?

Hechos 26:20 sino que anuncié primeramente a los que están en Damasco, y Jerusalén, y por toda la tierra de Judea, y a los gentiles, que se arrepintiesen y se convirtiesen a Dios, haciendo obras dignas de arrepentimiento.
O, en las palabras de Santiago, ¿es nuestra fe muerta porque no está acompañada de obras?

Santiago 2:17 Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma. En las palabras de Pedro, ¿es nuestro conocimiento de Dios ineficaz e infructuoso?
2Pe 1:8 Porque si estas cosas están en vosotros, y abundan, no os dejarán estar ociosos ni sin fruto en cuanto al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo.

A la luz de lo que ha sido dicho, deberíamos cambiar la quinta “ley espiritual” de “decirle a aquellos que dudan de su salvación que miren al día en que hicieron una oración” a “decirles que miren su vida presente a la luz de las Escrituras. Si no ha habido cambio, ni conformidad de sus vidas a las Escrituras, ni genuino celo o amor por Dios, entonces no pueden estar seguros de haber sido salvados.”

LAS CINCO LEYES ESPIRITUALES REFORMADAS

Para concluir este breve articulo del evangelio y de su predicación a los perdidos, presentaremos las cinco leyes espirituales como son comúnmente compartidas y como las hemos reformado.


(1) Dios te ama y tiene un plan maravilloso para tu vida.

Dios es el Creador y Señor del Universo y está infinita infinitamente preocupado por Su Gloria.

(2) Hemos pecado y nuestro pecado nos separa de Dios.

Todos los hombres son pecadores, depravados en su naturaleza y obras, espiritualmente muertos, bajo la justa condenación de Dios y totalmente dependientes de Su misericordia
.
(3) Cristo murió por nuestros pecados.

Cristo vivió una vida perfecta para nosotros, llevo nuestros pecados en la Cruz, y sufrió la condenación de Dios por cada Ley de Dios que hemos roto. Él murió en nuestro lugar, separado de la comunión con Dios y aplastado bajo el peso de la ira de Dios. Su terrible muerte pago la deuda de nuestro pecado y proveyó la base de nuestra salvación. Su resurrección y perfecta vida nos proveyó un regalo de justicia por el cual podemos están ante Dios como verdadera justicia de Dios en Cristo.

(4) Debemos hacer una oración de fe y pedir a Cristo que venda a nuestro corazón y nos salve.

El hombre se debe arrepentir y creer en el Evangelio. El arrepentimiento es una tristeza genuina por el pecado y un temor del juicio que resulta en un volverse del pecador y acercarse a Dios. La fe es la confianza sencilla de que Dios tiene el poder y la buena voluntad de darnos la salvación que el ha prometido a través de Su Hijo unigénito.

(5) Si hicimos la oración con fe, entonces podemos estar seguros que somos salvos. Si dudamos de nuestra salvación, entonces simplemente debemos recordar el tiempo en el que hicimos aquella oración de fe y ver la salvación como un hecho.

Si una persona duda de su salvación, debe examinar su vida a la luz de las Escrituras. Si no ha habido cambio ni conformidad en su vida a las Escrituras ni genuino celo o amor por Dios, entonces la persona no puede estar segura de que ha sido salvada.

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